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Antonio Vivaldi (1678-1741) |
En un una de las múltiples biografías que circulan por las
redes sobre Antonio Vivaldi, se nos narra lo dicho sobre este autor por otro de
esos grandes genios de la Música que fue Igor Stravinski, de que Vivaldi no había escrito nunca
quinientos conciertos (la producción vivaldiana estipula en torno a esta cifra
las composiciones relativas a este género), sino que había compuesto quinientas
veces el mismo concierto. Esta es la opinión de más de algún ilustre músico
(recuerdo un profesor universitario, de los de cátedra y atril, que decía sobre
la música de Vivaldi que solo era “ni ni ni ni”, onomatopéyicamente hablando,
mientras esgrimía movimientos con un imaginario arco sobre un violín igual de imaginario), pero, por
supuesto, postulado muy discutible para muchos otros. Es cierto que la música de
Vivaldi es muy reconocible para cualquier oyente, es cierto que todas sus
composiciones destilan un estilo muy personal y único, es cierto que no son obras que
entrelacen complejas estructuras armónicas o contrapuntísticas, y es cierto que
en sus composiciones se repiten modelos compositivos, tanto en los planos
armónicos como melódicos. Pero es igual de cierto que cada una de sus obras
goza de una personalidad propia que las hace destacarse por sí mismas, como lo
indica el grado de conocimiento que de muchas de ellas tiene el público en general (gracias,
también, por la difusión que ha tenido su música en diferentes medios), teniendo en cuenta, como hándicap para este
ejercicio, lo cuantioso de su producción entre el ya de por sí basto y
proceloso océano musical.
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Portada del ciclo de conciertos "Il cimento dell´ Armonia e dell¨Inventione" de Antonio Vivaldi |
Dentro de esta “homogeneidad”, encontramos obras de
diferente índole que muestran variedad alrededor de esa presunta línea
igualitaria: una música camerística (entendida esta como la interpretada por pequeños
grupos instrumentales u orquestales), quizás por la que más destaque el prete
rosso, con un estilo claro y diferenciado que ha influido, directa o
indirectamente, pero sin duda alguna, en movimientos musicales de todo tipo,
especialmente del Siglo XX, como el minimalismo (representado por Steve Reich, Philip Glass y
el popular Michael Nyman), o por obras más difíciles de etiquetar, como las del compositor actual, aquí
incluido, Max Richter, entre otros; una
música más orquestal de la que se pueden ver atisbos sonoros arcaicos de lo que
será el romanticismo grandilocuente y quizás cercano a los planteamientos teóricos
del "sturm und drang"; un barroco ya pleno en sus obras religiosas, como el de
sus predecesores Haendel o Bach, que muestran la majestuosidad típica de este
estilo artístico; y un lirismo intimista en alguna de las áreas de sus óperas, estas
menos conocidas, que recuerdan y asemejan, salvando las distancias, al mismo
lirismo de sus paisanos operistas del XIX (escuchen “Vedrò con mio diletto” de
la ópera Giustino o “Sovente il sole” de Andromeda liberata). Sí, la música de
Vivaldi puede ser “repetitiva” (si es que hay algo de desdeñable en este
calificativo como demuestran los amigos minimalistas), pero sin duda alguna
permite situar a este autor con voz propia en uno de los asientos de la
Academia de los grandes compositores, dejando un legado y una huella plausible
en creadores posteriores, en los reconocidos y especializados directores de orquesta (valga de ejemplo el desaparecido Herbert von Karajan), y tanto en los melómanos neófitos como en los más avanzados.
Giustino: “Vedrò con mio diletto” - P. Jaroussky
Popularmente, se puede decir que la Música Clásica empieza
con él, como si hasta ese momento no hubiese existido más música ni más autores
(¡Ay! Dichoso populismo… ¡Ay! Pobre Monteverdi…). Culpa de ello lo tienen los
mass media (sin el cine y la publicidad quizá no existiría hoy en día Vivaldi),
y una de sus obras, la principal para estos medios: “Las cuatro estaciones”,
conjunto de cuatro conciertos para violín solista y orquesta de cuerdas, incluidos
en un ciclo mayor denominado “Il cimento dell´armonia e dell´inventione”, dividido cada uno de ellos en tres movimientos
(generalmente sucesión de Allegro-Lento-Allegro) que realizan una descripción,
musical y literal (Vivaldi dejó escrito lo que pretendía describir con estas
piezas, primeros ejemplos de lo que será
posteriormente la música descriptiva y la música programática) de los periodos
estacionales del año (que anuncian el atractivo hacia la naturaleza, lo
pastoral y lo bucólico, y el carácter
panteísta de algunos compositores románticos). Conciertos, como ya se ha
comentado, tremendamente difundidos, y reconocibles para todo el mundo, aunque los
oyentes no sepan exactamente qué obras son y quién las compuso. No solo estos,
las producciones televisivas y cinematográficas y la incitación al consumo masivo han puesto en primera línea otras
composiciones vivaldianas como el Gloria en Re mayor (Gloria in excelsis Deo), el primer movimiento del
concierto para mandolina y cuerdas en Do Mayor, o el “Nulla in mundo pax sincera”.
"Gloria in excelsis Deo"
Por lo tanto, para terminar, nos encontramos ante un
grande de la Historia de Música, al que es recomendable acercarse un poco más (sin
saberlo, ya lo habéis hecho) y descubrir su música en cualquier momento, más allá de las congraciadas Estaciones. Adelante.
* Entrada realizada por Gustavo Tobal, profesor de Música del CEO de Coreses.
[Todas las obras indicadas en esta entrada, así como otras
características del compositor, las podéis escuchar aquí].
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