viernes, 3 de noviembre de 2017

Sobre Vivaldi*



Antonio Vivaldi (1678-1741)

En un una de las múltiples biografías que circulan por las redes sobre Antonio Vivaldi, se nos narra lo dicho sobre este autor por otro de esos grandes genios de la Música que fue Igor Stravinski, de que Vivaldi no había escrito nunca quinientos conciertos (la producción vivaldiana estipula en torno a esta cifra las composiciones relativas a este género), sino que había compuesto quinientas veces el mismo concierto. Esta es la opinión de más de algún ilustre músico (recuerdo un profesor universitario, de los de cátedra y atril, que decía sobre la música de Vivaldi que solo era “ni ni ni ni”, onomatopéyicamente hablando, mientras esgrimía movimientos con un imaginario arco sobre un  violín igual de imaginario), pero, por supuesto, postulado muy discutible para muchos otros. Es cierto que la música de Vivaldi es muy reconocible para cualquier oyente, es cierto que todas sus composiciones destilan un estilo muy personal y único, es cierto que no son obras que entrelacen complejas estructuras armónicas o contrapuntísticas, y es cierto que en sus composiciones se repiten modelos compositivos, tanto en los planos armónicos como melódicos. Pero es igual de cierto que cada una de sus obras goza de una personalidad propia que las hace destacarse por sí mismas, como lo indica el grado de conocimiento que de muchas de ellas  tiene el público en general (gracias, también, por la difusión que ha tenido su música en diferentes medios),  teniendo en cuenta, como hándicap para este ejercicio, lo cuantioso de su producción entre el ya de por sí basto y proceloso océano musical. 


Portada del ciclo de conciertos "Il cimento dell´ Armonia e  dell¨Inventione" de Antonio Vivaldi



Dentro de esta “homogeneidad”, encontramos obras de diferente índole que muestran variedad alrededor de esa presunta línea igualitaria: una música camerística (entendida esta como la interpretada por pequeños grupos instrumentales u orquestales), quizás por la que más destaque el prete rosso, con un estilo claro y diferenciado que ha influido, directa o indirectamente, pero sin duda alguna, en movimientos musicales de todo tipo, especialmente del Siglo XX, como el minimalismo (representado por Steve Reich, Philip Glass y el popular Michael Nyman), o por obras más difíciles de etiquetar, como las del compositor actual, aquí incluido, Max Richter,  entre otros; una música más orquestal de la que se pueden ver atisbos sonoros arcaicos de lo que será el romanticismo grandilocuente y quizás cercano a los planteamientos teóricos del "sturm und drang"; un barroco ya pleno en sus obras religiosas, como el de sus predecesores Haendel o Bach, que muestran la majestuosidad típica de este estilo artístico; y un lirismo intimista en alguna de las áreas de sus óperas, estas menos conocidas, que recuerdan y asemejan, salvando las distancias, al mismo lirismo de sus paisanos operistas del XIX (escuchen “Vedrò con mio diletto” de la ópera Giustino o “Sovente il sole” de Andromeda liberata). Sí, la música de Vivaldi puede ser “repetitiva” (si es que hay algo de desdeñable en este calificativo como demuestran los amigos minimalistas), pero sin duda alguna permite situar a este autor con voz propia en uno de los asientos de la Academia de los grandes compositores, dejando un legado y una huella plausible en creadores posteriores, en los reconocidos y  especializados directores de orquesta (valga de ejemplo el desaparecido Herbert von Karajan),  y tanto en los melómanos neófitos como en los más avanzados.



Giustino: Vedrò con mio diletto”  - P. Jaroussky


Popularmente, se puede decir que la Música Clásica empieza con él, como si hasta ese momento no hubiese existido más música ni más autores (¡Ay! Dichoso populismo… ¡Ay! Pobre Monteverdi…). Culpa de ello lo tienen los mass media (sin el cine y la publicidad quizá no existiría hoy en día Vivaldi), y una de sus obras, la principal para estos medios: “Las cuatro estaciones”, conjunto de cuatro conciertos para violín solista y orquesta de cuerdas, incluidos en un ciclo mayor denominado “Il cimento dell´armonia e dell´inventione”,  dividido cada uno de ellos en tres movimientos (generalmente sucesión de Allegro-Lento-Allegro) que realizan una descripción, musical y literal (Vivaldi dejó escrito lo que pretendía describir con estas piezas,  primeros ejemplos de lo que será posteriormente la música descriptiva y la música programática) de los periodos estacionales del año (que anuncian el atractivo hacia la naturaleza, lo pastoral y lo bucólico,  y el carácter panteísta de algunos compositores románticos). Conciertos, como ya se ha comentado, tremendamente difundidos, y reconocibles para todo el mundo, aunque los oyentes no sepan exactamente qué obras son y quién las compuso. No solo estos, las producciones televisivas y cinematográficas y la incitación al  consumo masivo han puesto en primera línea otras composiciones vivaldianas como el Gloria en Re mayor (Gloria in excelsis Deo), el primer movimiento del concierto para mandolina y cuerdas en Do Mayor, o el “Nulla in mundo pax sincera”.  


"Gloria in excelsis Deo"


Por lo tanto, para terminar, nos encontramos ante un grande de la Historia de Música, al que es recomendable acercarse un poco más (sin saberlo, ya lo habéis hecho) y descubrir su música en cualquier momento, más allá de las congraciadas Estaciones. Adelante.




* Entrada realizada por Gustavo Tobal, profesor de Música del CEO de Coreses.



[Todas las obras indicadas en esta entrada, así como otras características del compositor, las podéis escuchar aquí]. 

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